Hace varios años atrás en mis incursiones de biblioteca, me quedé enganchada con una definición que decía así: “Se aplica a la persona que tiene decisión e iniciativa para realizar acciones que son difíciles o entrañan algún riesgo”.
En ese momento, como estudiante universitaria, la tomé como frase de cabecera, junto con una amiga siendo muy jovencitas, para poder emprender un proyecto que a muchas personas les pareció todo un reto. Juntamos ahorros y nos decidimos formar una consultora de recursos humanos y presentarnos a varias empresas dando nuestros servicios de selección y temas de desarrollo.
La historia fue divertida y de esfuerzo, cuidar detalles desde cómo presentarnos, qué ropa usar, prepararnos, exponer entre nosotras las presentaciones, buscar a nuestros profesores de aula en las universidades para tener sugerencias y ser nuestras primeras críticas.
Llegamos a tener varios clientes retail de grandes almacenes, hasta una empresa de gas importante en el medio. Hubo de todo, algunos que no nos escucharon, otros que nos escuchaban pero que nuestra propuesta la dejaban ahí; pero también hubo personas que creyeron en nosotros poco a poco y que de forma sorprendente fueron dándonos servicios y luego más servicios… La verdad nos fue bien y es bello recordar cómo nos enorgullecía cada noticia positiva de obtener un pedido, tener un colocado, o cerrar una presentación con un comentario de… “Esto es lo que necesito, ¿en cuánto tiempo lo podemos implementar?”.
Sin embargo, la vida avanza y trae retos a veces donde el tema de inversión nos juega pasadas, sobre todo cuando somos jóvenes, así como los temas tributarios que a veces se vuelven tediosos pero debes considerarlos y cerramos la empresa para caminar en nuevos proyectos personales.
Hoy este recuerdo me trae satisfacciones porque la energía, felicidad, pasión, horas de aprendizaje y dedicación que le pusimos, nos llevó a desafiarnos como profesionales jóvenes y decir que los sueños SÍ se pueden hacer realidad.
Jenny Castro 